Viaje de 5
días en Francia por la zona sur-oeste: Aquitaine y Midi-Pyrennees.
Zona de castillos, pueblos medievales, vinos y foie.
Los dos
primeros días los pasamos en Burdeos,
una ciudad grande pero plana, ideal para ir en bici. La mejor manera
de moverse es con el tranvía, aunque es una buena ciudad para
perderse dando vueltas por las calles. Ver la catedral, las
diferentes plazas, la puerta Cailhau, la zona de Saint Michel donde
se puede subir a la torre, el jardín público,...
Entre las cosas que hay que visitar está el Museo del Vino, cuesta 20€, incluye la visita y una degustación (nos pasamos 3 horas). Han hecho un museo totalmente interactivo, toda la información desde los inicios del vino hasta la actualidad. Te la explican a través de una audioguia interactiva en tu idioma. Han hecho todo tipo de actividades para estimular el olfato, la vista e incluso el oído. La degustación es en la terraza, donde hay unas magníficas vistas.
De lo que
más me gustó fue el largo paseo justo al lado del rio, donde se
puede ver el puente de piedra y la plaza el espejo del agua. Esta
plaza esta cubierta por un par de dedos de agua, genial para remojar
los pies con el calor de pleno agosto o si eres niño dar vueltas por
el agua, también sale agua micronizada. Muy recomendable ir de
noche, con las lamparas de colores encendidas es muy bonito.
En
gastronomía lo más típico aparte del vino son los Canelés. Un
dulce avainillado y caramelizado, duro por fuera y tierno por dentro.
Tercer día
y siguiente parada, Saint Émilion, si estáis en Burdeos sin coche esta visita se
puede reservar a través de la oficina de turismo de Burdeos así
como ir a alguna bodega.
Solo a 35 km
de Burdeos, casi visita obligada. Un pueblo medieval centrado
totalmente en el vino, y rodeado de viñedos. Vale la pena pagar por
la visita de la Iglesia Monolítica, que se construyó de forma
subterránea y subir y bajar las calles, un pueblo realmente bonito.
Seguimos en
la carretera dirección Bergerac, antes nos paramos en el Castillo de Monbazillac. Este castillo tiene una bodega con el
mismo nombre. Antes de llegar al castillo, en la recepción, se
puede comprar los diferentes vinos que tienen. Por lo que vi todos
ellos blancos y dulces, según nos comentaron perfectos para catar
con foie o con quesos. Además con la entrada para la visita al
castillo, también tenéis degustación. Accedes al castillo a
través de un camino rodeado de viñedos, dentro nos entramos las
salas todas ellas muy bien conservadas y decoradas, en alguna
encontramos exposiciones como la de un caricaturista de principios
del S. XX. En la parte inferior hay un pequeño museo del vino.
Y para
acabar este día nos dirigimos a Bergerac
a pasar la noche, no es una ciudad que me gustara especialmente.
Encontramos varias estatuas en honor a Cyrano de Bergerac, militar y
poeta. Seguro que os suena, recitando versos debajo de los balcones.
Cuarto día,
varios pueblos y castillos todos agrupados, a pocos kilómetros entre
ellos y de gran interés, en el valle de Dordoña, una de las zonas
que más nos gustó. Se puede visitar todo en un día, pero no es
mala idea para un par de días relajados y hacer alguna excursión
por el río.
Empezamos
con la parada en Beynac-et-Cazenac:
el pueblo medieval sube por la montaña donde arriba de todo esta el
castillo. Perfectamente restaurado, te transporta a otra época, es
muy grande, y las vistas te dejan con la boca abierta, si los
atacaban realmente los veían a kilómetros. En la foto donde se ve
el río a la derecha se puede ver el castillo de Castelnaud,
nuestra siguiente parada.
Bajamos
siguiendo el río y llegamos al Castillo de Castelnaud,
al igual que el anterior esta muy bien conservado, y tiene unas
vistas perfectas. Los dos castillos están tan cerca que se ven
perfectamente entre ellos. En su momento esta era la frontera entre
ingleses y franceses!, y les gustaba tenerse vigilados.
Si os gusta
hacer kayac es una buena zona, el río Dordoña es tranquilo, y hay
muchas empresas donde alquilarlo.
Siguiendo la
carretera nos lleva a La
Roque-Gageac, construido justo al pie de un acantilado y
al borde del río. Hay entre dos y tres filas de casas, se puede
pasear por las calles estrechas de detrás de la primera fila. Se
llega a un castillo aunque es privado y no visitable. Hay un barco
turístico para dar una vuelta por el río. También se puede
visitar un bosque de bambú.
Bajamos un
poco más y nos encontramos, encima de la montaña, con Domme,
otro pueblo medieval fortificado. Bonito para pasear por sus calles.
Desde el mirador podremos ver La Roque-Gageac y en sus calles
encontrar una increíble librería de cómics.
Para acabar
el día más movido del viaje, nos vamos a dormir en
Sarlat-la-Canéda.
Una ciudad pequeña con un núcleo medieval para pasear, y probar la
gastronomía de la zona. Encontramos, aparte del vino y el foie,
galletas de nueces (es como un bizcocho compacto de nueces), galletas
de nueces crujientes y la trufa, en los restaurantes se pueden
encontrar muchos platos con trufa, aunque el precio es elevado.
Desayuno
Quinto día,
siguiendo hacía el este nos vamos a ver una gruta Gouffre de Paridac,
es completamente diferente a todas las grutas que he visto hasta
ahora. Importante si sabéis la hora en que llegaréis es
recomendable comprar las entradas por internet. Se hacen unas colas
muy largas para comprar la entrada y luego tienes que esperar a la
hora que te han dado, que puede ser un mínimo de una hora. La zona
ya esta adecuada con baños, restaurantes y zona de césped.
Se empieza
la gruta bajando con ascensor o por las escaleras por el agujero que
veis en la foto. Una vez abajo entramos en la montaña, caminamos
por sus grieta y llegamos al río subterráneo donde nos espera un
barquero, que nos llevará hasta otra zona donde, a pie, un guía (en
francés), explica como se descubrió y se formó la cueva, con sus
lagos, estalactitas y estalagmitas. Nos volverán a dejar con las
barcas y el mismo barquero nos llevará al inicio de la visita. No
dejaban hacer fotos dentro pero os recomiendo mirar la web.
Saliendo de
la gruta ja nos dirigimos hacía el sur en Cahors,
última parada. Conocido sobretodo por su puente Valentré, también
la Catedral Saint-Etienne es curiosa para visitar. Paseamos por el
casco antiguo. Esta ciudad no nos llamó mucho la atención excepto
por el puente y la catedral, pero nos sirvió para hacer las compras
de algún producto típico como vino, foie y galletas. No quisimos
comprar nada antes para que no quedará en el coche al sol. También
probamos uno de los mejores platos del viaje: col rellena de pato
confitado con salsa de foie, como no, acompañado del vino de
burdeos.
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